Copa América 2019: 44 años después | OPINIÓN
Copa América 2019: 44 años después | OPINIÓN

Kattia Rocca

Ver a ese grupo de guerreros abrazados, saltando y gritando a viva voz el nombre de Perú, sobre el gramado del Arena do Gremio, transmitía la fuerza de un equipo solidario, orgulloso y generoso. Que aprendió al pie de la letra ese glosario de palabras que impuso Ricardo Gareca, desde marzo del 2015, en el cual las palabras “imposible” y “desgano” no figuran. Además de tener como lema de cabecera, aquel juramento de unión y auxilio mutuo que reza “Todos para uno y uno para todos”. Por eso, la celebración sin límites de esos jugadores trajeados de rojo y blanco que pusieron en la cancha tanta fibra, tanta personalidad y tanta inteligencia para ganar, gustar y golear.

Perú ante Chile ofreció una magnífica lección de grandeza. En Porto Alegre, el cuadro del “Tigre” no necesitó hacer la heroica. Ni espantar fantasmas de antaño. Pues, solo exhibió su clase para jugar y pelear. El 3-0 lo dice todo y la clasificación a una final de la Copa América después de 44 años también.

El miércoles por la noche, los pupilos de Gareca supieron acomodarse a cualquier mandato. Por ejemplo, los que más saben, los que tienen ese pie dulce, los más creativos, también se pusieron el overol y combatieron cuando la ocasión les exigía. En tanto, los más tenaces, los más corajudos, los más luchadores, intentaron jugar mirando el arco de enfrente.

"Jugadores trajeados de rojo y blando que pudieron en la cancha tanta fibra, tanta personalidad"

La transmisión de equipo ganador y comprometido por un objetivo se proyectó desde el arco. Pedro Gallese derrochó categoría. Fue el primer polifuncional del equipo: bien en el juego aéreo, mejor en el mano a mano y tapó un penal para cerrar con broche de oro su actuación. Los zagueros Carlos Zambrano y Luis Abram se mostraron impasables ante cada feroz ataque del rival. Al igual que los laterales Luis Advíncula y Miguel Trauco, tan eficaces en esa doble función de luchar y pasar al área ajena. Yotún y Tapia despertaron en el momento justo. Ambos se tragaron la cancha no solo por su despliegue, sino también por su inteligencia. Mientras Cueva, Carrillo y Flores se las ingeniaron con sus amagues, pausas y arranques pletóricos para poner los pelos de punta a la defensa adversaria. Finalmente, nuestro gran estandarte futbolero, Paolo Guerrero, preocupó, desequilibró y hasta marcó el 3-0 que lo gritaron a todo pulmón los más de 30 millones de corazones rojo y blanco.

Seguro, usted durmió plácidamente. Y con los ojos bien cerrados, muchas imágenes cruzaron delante suyo como en una película. Imaginando la final contra Brasil, con triunfo y vuelta olímpica incluida. Total, vale la pena soñar con un nuevo Maracanazo. Porque este equipo se apoya en un dato fundamental: anda rompiendo los récords que le pongan en el camino. Y desde hace rato.

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