El presidente decidió hacer más cambios en el Consejo de Ministros. Además de la ya anunciada salida de Juan Carlos Liu Yonsen como ministro de Energía y Minas, el mandatario renovó a las cabezas de las carteras de Justicia y Derechos Humanos, Transportes y Comunicaciones, y Educación, respectivamente Ana Teresa Revilla, Edmer Trujillo y Flor Pablo.

Más temprano, fuentes de El Comercio confirmaron los cambios y precisaron que no había “renuncias masivas”. La Secretaría de Prensa de Palacio de Gobierno confirmó luego que la juramentación de los nuevos ministros se efectuaría a las 8:45 p.m. de este jueves.

Fernando Castañeda Portocarrero, quien se desempeña como viceministro de Justicia, reemplazó a Revilla.

A su vez, Martín Benavides Abanto sucedió a Flor Pablo en el Minedu. Benavides se desempeñaba hasta este jueves como jefe de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (Sunedu).

Por su parte, Susana Vilca tomó el lugar de Juan Carlos Liu en el Minem; y Carlos Lozada juró como titular de Transportes y Comunicaciones en lugar de Edmer Trujillo.

La renovación de parte del Gabinete se da en medio de cuestionamientos a raíz de una serie de sucesos no aislados, sino relacionados entre sí, y que fueron escalando en intensidad.

Ellos tienen que ver, entre otros, con una reunión del 9 de enero en la que participaron Liu Yonsen, el exprocurador ad hoc del Caso Lava Jato, Jorge Ramírez, y cuatro representantes de Odebrecht en torno al gasoducto del sur. El contexto fue las pretensiones de la constructora brasileña en cuanto a presentar una demanda arbitral contra el Estado Peruano, como lo hizo finalmente el 21 de enero argumentando que la cancelación de contrato en el 2017 le había generado perjuicios con acreedores y aseguradoras internacionales.

Ramírez fue separado del cargo el último miércoles a través de una resolución firmada por el procurador general del Estado, Daniel Soria Luján. Este no dio mayores detalles de la medida, pero sostuvo que se busca fortalecer la procuraduría ad hoc y evitar que haya alguna “sombra de duda” sobre su actuación.

Esto pese a que la reunión fue pública y que tanto Liu, como Ramírez, han señalado que sobre ella estuvieron al tanto Revilla y el primer ministro Vicente Zeballos. Es más, refirieron que la saliente titular de Justicia fue quien tuvo la iniciativa para propiciar la cita.

Caracas. [AFP]. Sin plata para ir a un hostal, John y Amanda deben arreglárselas para tener sexo en casa de sus padres. Además, la falta de dinero para anticonceptivos y el miedo a quedarse solos por la migración limitan la sexualidad de los jóvenes de Venezuela.

John Álvarez, de 20 años, y Amanda Aquino, de 19, estudian derecho en la Universidad Central de Venezuela, donde es común ver parejas besándose y acariciándose en pasillos y jardines.

Pero ellos, más recatados, prefieren refugiarse en el cuarto de John, en el primer piso de su casa en un barrio popular de Caracas, mientras sus padres y su hermana menor duermen en la planta baja.

Cuando “en mi casa no hay nadie (...), es un poquito mejor”, confiesa junto a su novia de rizos teñidos de amarillo, incómoda de abordar el tema.

Tener sexo sin familiares rondando es una suerte esquiva para ellos, que en dos años de noviazgo nunca han visitado un hostal. Tendrían que pagar 10 dólares por seis horas de privacidad, que saldrían de sus esporádicas y modestas mesadas.

Prefieren destinar ese dinero a comida.

Independizarse es “irreal”, afirma el joven, en una economía devastada en la que la depreciación de la moneda ha provocado que 50% de las transacciones comerciales se realicen en dólares, según la firma Ecoanalítica.

Sin embargo, el acceso al dólar se reserva a una minoría en la que a veces encaja Carlos Rodríguez, el típico soltero en busca de aventuras pero condenado, a los 31 años, a vivir con sus papás en el cuarto de su infancia.

De pelo y barba cuidados, este diseñador gráfico llega a desembolsar 100 dólares en una cita, sumando cena, tragos, taxis y hostal. “Si la llevo para un ‘matadero’, no gasto mucho”, explica, refiriéndose a hoteles “de mala muerte”, su última opción.

Pero solo se puede dar ese “lujo” en los “buenos meses”, cuando reúne unos 400 dólares diseñando a destajo. Si no, espacia sus escapadas hasta por dos meses.

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