Redacción Ojo

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NORMA (41, San Isidro).- Esto es de Ripley, doctora. Después de doce años que desapareció, mi antiguo novio, con el que me iba a casar, está de vuelta y me reclama reanudar lo que estábamos a punto de concretar. Usted dirá que es romántico y muy lindo, pero yo ya estoy casada y dejé a Pablo en el olvido.
Pablo vivía en Estados Unidos, ganándose el dinero que necesitábamos para nuestro hogar, cuando de la noche a la mañana se vio envuelto en líos judiciales bastante graves, por lo que me informaba él y su familia en Lima. Al cabo de unos días, y diciéndome que era lo más adecuado, prefirió pasar a la clandestinidad y resolver su asunto a través de abogados. De eso pasaron, como le repito, doce años.
Ni su familia ni yo tuvimos más informaciones de él, tanto que incluso sus parientes aceptaron la peor de las opciones: que había fallecido.
Resignada, proseguí con mi vida, muy dolida y hasta desvalida sin saber lo que podría haber sucedido. Pasó el tiempo, me enamoré de otro hombre, me casé y tengo dos hijos.
De repente, como le cuento, y que es digno de Ripley, o de una novela de Corín Tellado, Pablo apareció en Lima, según él, tras haber resuelto todos sus enredos judiciales, listo para llevarme a vivir a su lado a Estados Unidos.
Qué le parece, doctora? Me he quedado, como se dice, de una pieza. Con Pablo viví un tórrido romance de siete años, fui suya muchas veces y es un hombre muy luchador, tenaz y súper agradable, pero mi vida tomó otro rumbo y ahora no sé qué hacer con este auténtico enredo.
Por eso le pido su consejo, doctora.