JANETH (22, San Miguel).- Increíble, doctora. Mis mejores amigas me han declarado la guerra y quieren quitarme a mi enamorado, Pepe, porque es el chico más agraciado de la universidad y la lucha se ha tornado cruenta, con chismes de todo calibre e insultos.
Lo peor, doctora, es que yo no tengo nada que ver en el pleito, pues Pepe me eligió en uso y abuso de sus facultades, sin que yo le pusiera una pistola en la cabeza, como me acusa, por ejemplo, Norma.
Todo iba bien entre nosotras, suspirábamos por Pepe, hacíamos apuestas de quién sería la primera en que se fijaría, cuando de repente, de la noche a la mañana, él me pidió ser su enamorada.
Feliz de la vida, ganadora de la carrera, se lo dije así a mis amigas y si usted hubiera visto las caras de todas ellas, seguramente le daba un infarto. Me miraron furiosas, enardecidas, con ganas de estrangularme.
Bueno, son malas perdedoras, me dije, y empecé a salir con Pepe al cine, a bailar, a pasear, y eso enardeció más a mis amigas que comenzaron a correr los chismes que yo le pagaba a él para estar conmigo, que soy una cualquiera, que tengo otros amantes y hasta que lo chantajeo con trapitos sucios, imagínese.
Pepe se ríe de todo, pero a mí no me hace nada de gracia. Donde quiera que voy, me miran con mala cara y cuando les digo que soy fulana de tal, se alejan como si tuviera sarna.
A tanto ha llegado esta situación, que he pensado en dejar a Pepe, sin embargo, sus besos, sus caricias, la forma cómo me hace suya, me hacen cambiar de idea y he decido enfrentar toda esta absurda marejada. Usted qué opina, doctora.